Reseña | "Soy Malintzin," de Pedro J. Fernández
- MauOlben
- 20 abr
- 2 Min. de lectura
Leer Soy Malintzin ha sido una experiencia fascinante. La novela no sólo me envolvió con su riqueza narrativa, sino que también, me permitió resignificar uno de los episodios más complejos y dolorosos de nuestra historia: la conquista de México, a través de los ojos de una figura silenciada por siglos: Malintzin.
Desde las primeras páginas, conecté con los pasajes que evocaban a mis propias clases de historia en la universidad. La reconstrucción del contexto prehispánico, me pareció tan vívida como crítica, y el mayor acierto de Pedro J. Fernández es precisamente ese: ofrecernos una novela que equilibra la fidelidad histórica, con la fuerza emocional de la ficción literaria.
Malintzin, forzada a transitar de niña a mujer tras una ceremonia improvisada, para entregarla como esclava a los mexicas, nos muestra una travesía interior marcada por el desarraigo, la adaptación y la resistencia. Su historia está narrada en primera persona, lo que permite al lector, experimentar desde dentro, su proceso de aculturación, su duelo y su fortaleza.
Una de las temáticas que atraviesa la novela, es el choque cultural: la incomprensión mutua entre los pueblos originarios y los castellanos, expresada magistralmente en los diálogos, en las ofrendas y en los pensamientos de Malintzin. Ella, convertida al catolicismo, nunca deja de rezarle a Coatlicue; Cortés, alineado a la devoción de su pensamiento religioso, toma decisiones políticas y militares, que arrastran sangre y fuego, en su trayecto hacía la gran Tenochtitlan.
Los fragmentos que más me impactaron —como el momento en que Malintzin impone límites físicos a Cortés, o cuando reflexiona sobre su entrega como esclava— no sólo revelan su inteligencia y determinación, sino que también, presentan a una mujer con un lenguaje propio y con estrategias para sobrevivir, en un mundo que la quiso reducir al silencio.
Pedro J. Fernández logra un estilo narrativo envolvente, delicado y pasional. Elige contar desde la voz de Malintzin, y eso cambia todo. Porque no se trata de una versión más de la historia oficial, sino de un testimonio que invita a mirar con otros ojos, a quien por siglos fue nombrada “traidora”, pero que con esta novela se le reivindica como intérprete, mediadora, madre, diplomática y sobreviviente. Una mujer que supo leer su entorno, para adaptarse a él, y actuar con astucia y humanidad.
Soy Malintzin es, sin duda, una obra que recomiendo ampliamente. No sólo porque nos devuelve a una figura clave de nuestra historia, desde una nueva perspectiva, sino porque nos interpela como lectores, como herederos de una historia de mestizaje, y como seres humanos que, como Malintzin, también buscamos nuestro lugar entre la herida y la palabra.
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