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Sor Juana: la mujer volcán


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La tarde del jueves 4 de septiembre, la librería El Sótano Quevedo se llenó de murmullos expectantes, cuando Pedro J. Fernández apareció para presentar su más reciente novela Yo, Sor Juana. Mujer volcán. El público, integrado por lectores asiduos y admiradores de su obra, aguardaba con la misma mezcla de curiosidad y reverencia con la que se lee a la Décima Musa. La atmósfera combinaba la emoción del momento, con la intimidad de un encuentro entre amigos que comparten pasiones literarias.


Fernández comenzó por narrar el origen del libro: un proceso de encierro que lo llevó a mirar a Sor Juana desde la experiencia común de la reclusión. “Es la primera vez que puedo escribir sobre un personaje que comparte mi profesión”, confesó. Esa coincidencia con la faceta artística de la monja jerónima lo impulsó a explorar las dudas, los miedos y la vulnerabilidad que suelen acompañar a quienes crean. “Me reflejé en la Sor Juana que enfrentaba el síndrome del impostor”, agregó, arrancando sonrisas cómplices entre quienes lo escuchaban.



Pedro J. Fernández acompañado por la historiadora Ursula Camba Ludlow.
Pedro J. Fernández acompañado por la historiadora Ursula Camba Ludlow.

La conversación pronto se convirtió en un recorrido por los matices de Sor Juana: su ironía punzante, su gusto por el conocimiento y su sorprendente modernidad. Fernández recordó cómo, desde su celda, la escritora mantenía contacto con intelectuales de Europa y América, estudiaba astronomía y opinaba sobre temas que, aún hoy, resultan incómodos. “Podía hablar de cualquier cosa con cualquier persona. Su universo parecía el convento, pero sus ideas estaban destinadas a trascender los siglos”, señaló.


La presentación también dio lugar a una reflexión sobre la soberbia de Sor Juana. Lejos de condenarla, Fernández reivindicó esa actitud como una fuerza necesaria, para sobrevivir en un mundo que buscaba silenciarla. “Si no fuera por esa arrogancia, hoy no conoceríamos su genio”, afirmó el autor. La frase quedó suspendida en el aire, provocando asentimientos y una sensación de admiración colectiva hacia aquella mujer que, con su pluma, desafió a la Nueva España.



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Otro de los pasajes interesantes estuvo dedicado a las facetas menos conocidas de la escritora. El autor evocó su relación con la cocina, descrita en la Respuesta a Sor Filotea. Para Fernández, ese interés culinario no fue un simple pasatiempo, sino otra expresión de su curiosidad insaciable. “La cocina era su laboratorio", un lugar donde el arte de la palabra y la ciencia se mezclaban con los ingredientes, explicó, mostrando a una Sor Juana que experimentaba tanto con los sabores como con las palabras.


La presentación fluyó como un diálogo vivo entre pasado y presente. Cada anécdota traía consigo la certeza de que Sor Juana sigue hablándonos con fuerza en pleno siglo XXI. No era la “monja del billete” ni la autora reducida a un poema como Hombres necios, sino la mujer volcán, compleja, apasionada, que se atrevió a escribir lo que pensaba aun cuando sabía que podía costarle todo.


Al final, entre aplausos prolongados y miradas emocionadas, quedó la sensación de haber presenciado algo más que una presentación editorial: fue un reencuentro con una de las voces más poderosas de la lengua española, narrada desde la sensibilidad de un autor que ha hecho de la historia un territorio íntimo y vibrante.

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